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Channel: Mars on life
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Que m'ha 'dao' muchísima envidia

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En episodios anteriores...
 
Quería decir que hace poco, en este mismo blog, hacía mi pequeño homenaje de despedida a dos personas que, con la estupenda excusa de estudiar, se están haciendo cada excursión por la isla de Honshū que me han hecho espabilar un poco. Así que voy a ver si desempolvo virtualmente mis cientos de fotos, y de paso este planetilla.
 
 
Y nada mejor para ello que retomar mi viejo y querido Kioto, "atrapado" entre montañas a cual más verde y más bonita. Ciudad que a veces me produce un estrés horroroso como turista de a pie, porque tengo la sensación de que hay demasiadas cosas que ver, y algunas de ellas están a tomar por saco de las demás. Una ciudad normal con gente que vive, va al colegio, a la universidad, a la oficina, a la compra, con su tráfico, sus feos edificios de hormigón y cristal normales y corrientes, pero que cuenta con más de 2000 templos budistas y santuarios sintoístas, con sus respectivos jardines, bosquecitos, animalitos y guijarritos, definitivamente no se puede decir que sea en verdad una ciudad normal. Es que recorres tres manzanas y parece que has cambiado de dimensión o has dado algún tipo de salto temporoespacial.

 
Recordando mi experiencia de 2010, creo que aproveché mejor el tiempo esta vez, eso sí, aunque no dejó de ser insuficiente.
 
 
Mi primera parada fue el Tenryū-ji, uno de los 17 lugares de Kioto reconocidos como Patrimonio Mundial por la UNESCO (ya he visitado un tercio de la lista, "ouyeah"), y uno de los más destacados del distrito de Arashiyama, un nombre que me parece la mar de estupendo, que se traduce como Monte de la Tormenta. Este templo tiene origen en el siglo XIV, después de que un sacerdote soñara con un dragón saliendo del río, cosa que lógicamente interpretó como una señal de que el emperador estaba inquieto, así del tirón, tal cual, por lo que se vio obligado a levantar ese templo para apaciguarlo. Por eso se llama literalmente Templo del Dragón Celestial. Vivan los sueños y las leyendas, que hacen que setecientos años después podamos disfrutar de lugares así. Si alguien de por aquí sueña con dragones saliendo de La Caleta y quiere apaciguarme construyéndome un sitio de estos, que no se corte.
 
 
 
 
 
El templo en sí, que no es nada espectacular sino bastante sencillo, es de 1900, pero el jardín sigue siendo el original, y eso SÍ que es espectacular.
 
 
 
 
Nunca dejará de fascinarme cómo estos jardines se integran con el entorno natural que les rodea, aprovechándolo y fundiéndose con él. Es como si dijéramos una naturaleza muy limpia y cuidadita.
 
 
  
 
 
 
En una de las salidas al otro lado de los amplios jardines, se sale directamente al famosísimo bosque de bambú de Arashiyama. Si fuera posible morir por sobredosis de verde, este sería el lugar, aunque tan sólo un mes después, en octubre, ese verde contrastaría con este rojo. Algo que tengo pendiente ^_^.
 
 
 
Fotos 1, 2, 5, 12, 13 y 14 hechas por mí. Las otras por mi compañero de viaje :).

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